Lectura del libro "Cierta es la tarde" por Octavio Uña Juárez
De claridad cegados
"...que con la luz nacida
podrá ser nuestra esfera esclarecida"
Fray Luis de León
Dichoso aquel que enciende su candela
en tinieblas de noches y adelanta
la luz, para el inicio
y nombre de las cosas.
Que un sistema solar, manso y vivísimo,
secretos caminaba
del ojo al corazón.
Era blanca y lucía
como manto de aurora,
como vela del alba.
O.U.
Pedro Laín Entralgo, autor del prólogo de Castilla, Plaza Mayor de soledades.
Por Pedro García Cueto
Por los perfiles de Octavio Uña vive el paisaje castellano, la meseta, la luz del atardecer de una tierra de vino y de cosechas, abierta como una ventana a la luz del amanecer.
Octavio nació un 15 de diciembre de 1945 y aquí dejo una semblanza de este amigo, sabio como pocos, que destila la cultura castellana en las entrañas, que ha paseado por todas las Universidades del mundo, impartiendo conferencias, dando clases, etc.
Octavio Uña es poeta, ensayista, gran docente que ha alumbrado con su sabiduría a muchas generaciones y hombre que ha cultivado la palabra, su verdadero y hondo significado en cada rincón del mundo. Con Octavio uno siente la cercanía del amigo, del confidente, del sabio que camina al lado en un diálogo socrático con un tiempo adverso como este, donde los necios ocupan el poder, donde la cultura es de usar y tirar, donde los jóvenes no tienen referentes. Caminar con Octavio es transitar por las palabras, darlas el alto vuelo de una paloma o el crescendo de la música.
En su libro Castilla, Plaza mayor de soledades, que publicó Dykinson en el 2001 y que lleva ya tres ediciones, podemos sentir el apego a la tierra de un hombre que sabe que el caminante, siguiendo la senda de Antonio Machado, hace camino al andar.
En la “Elegía a León Felipe Camino” dice versos verdaderos:
“No morirán por siempre los pasos que tú diste / midiendo los senderos, / las voces que gritaste / el alma poseída de la noria. / Ni morirá el molino / mientras vuelva tu viento / sus contornos”.
Y ese poeta errante que lleva la voz de muchos emigrantes, ese poeta que late en cada paso y respira la desdicha de la vida. Para Octavio, resucita el espíritu de un hombre único que dejó su estela en el paisaje castellano.
Con un prólogo del eminente Pedro Laín Entralgo, donde dice de nuestro poeta:
“Qué sencilla, qué honda y patética hermosura la de las estampas que —simbólicamente— ponen ante nuestros ojos la vida y las cosas de que el adobe es marco”.
Pedro Laín, sabio indudable, pensador infatigable ve en la poesía de Octavio Uña el universo de un hombre que sabe y piensa en Castilla, en la tierra adusta, donde la vida se hace a golpe de azada y a golpe de corazón.
Y El Escorial, ese paisaje donde Octavio enseñó y ha hecho de él su hogar, su lumbre y la llama de sus palabras. Ha cultivado el poeta el lenguaje como el que cuida del telar, del rebaño, ha hecho del verbo el paso del tiempo, la fogata de la eternidad. Por ello, dice en “Cantoral”:
“Abierto el cantoral, de inéditos aromas / gimieron los espacios: ¿una pena? / ¿ilusiones quizá?, ¿tal vez las pompas / nemónicas en humo de mil velas?”.
Y llamará al Quijote “danzarín guerrero”, porque en Octavio vive el espíritu soñador del hidalgo de Cervantes, la voz de siglos que busca en el idioma la noche de los tiempos.
Y dirá a la madre: “Madre / ya no cruza Castilla aquel heroico tren de mis infancias”.
Pocos caminantes como Octavio Uña que ha hecho de este libro paisaje y paisanaje, árbol y rama, luz y sombra, de una Castilla a la que ama hasta las entrañas.
Me imagino paseando con Octavio, envuelto en el aroma de la tarde, mientras se avecina la noche del invierno en la silueta del monasterio de El Escorial. Juntamos las manos como dos solitarios que hemos hecho de la tarde un mimbre para abrigar ya la oquedad de la vida, la holgura del tiempo que quema, la brasa del lenguaje verdadero.
En Octavio Uña no solo vive un sabio, sino un amigo y un poeta que da alas a la tierra amada, a su Zamora, paseando con un Claudio Rodríguez que sigue vivo en nosotros, con un León Felipe que se marcha hacia ninguna parte.
Somos errantes, Octavio, pero volvemos siempre a nuestra España, esa que le dolió a Unamuno y que ahora está rota, como un cuenco que se hace pedazos. Pero la poesía y nuestra voz sigue viva y nuestra amistad, eterna ya en la noche de los tiempos.
Castilla, plaza mayor de soledades
Octavio Uña
Editorial Dykinson, tercera edición, 2001
Referencias a Octavio Uña Juárez en la tesis doctoral:
Testimonios Históricos y Literarios del Monasterios de San Lorenzo El Real de El Escorial. Tesis doctoral de D. Carlos Ramón Ortega Barnuevo, dirigida por el Dr. D. José María Díez Borque, catedrático de literatura española, departamento de Filología Española II, Universidad Complutense de Madrid.
Y hasta hubo señores potestades
y hasta edictos de imperios tan celestes, que dijeron
haber vencido en piedra
al mismísimo tiempo.
Mas la hiedra, el orín, el moho y la ceniza
dieran con los mármoles en légamos. Y vieras
en la ciénaga dioses tan ilustres, conditores,
guerreros, palinuros,
diosas de luz y cántico en los labios
con sus sándalos rotos
(que allí oirás, en Babilonia o Mitla
el viejo testamento).
Que hoy, por enero, ya tercer milenio,
tomo mi té por la muralla china,
oigo las voces de los astros: y eran
truenos o requiem, gran responso y ayes
de las muertes redondas y aturdidas.
O.U.
O.U.
Con motivo del Día de las Letras, poema de Octavio Uña dedicado a D. Quijote y leído en la Plaza de las Cortes, ante la estatua de Cervantes. Acto organizado por la Casa de Castilla - La Mancha en Madrid con la intervención de varios poetas y la presencia de autoridades madrileñas y manchegas.
Deje adargas, Quijano, deshabite
yelmo y arnés.
Póngase brida, Don Quijote, inhíbase:
no sea el mundo, la historia o el destino,
no los aires o el sol o el firmamento
reinos para su afán y su andadura.
Deje lanzas, que dicen herrumbrosas,
viva a cuerpo, sin bronce por su músculo.
Siéntese en mayo y mire la gran reata
si de ovejas y cabras, si de mulos,
ya de humanos sin fin y polvareda,
tanta res errabunda al matadero.
Vaya a la baja, Don Alonso, arroje
nuevas defensas, circunvale y mure,
plante su lar y tierra sembradura,
mano en cuchillo de Albacete Arcos,
blanco vanadio y ágil molibdeno
(Fuera peste porcina en la ciudad,
fuera fiebre amarilla, fuera mugre,
fuera plaga de mil disenterías)
Nunca espada por báculo, Quijano,
siempre al día, a la luz, nunca a la estrella.
Siempre al día, a la luz: los largos sueños
duerman sus sombras.
Presentación en la Casa de las Flores de Madrid el 19 de Mayo de 2025.