Sociología y Comunicación Octavio Uña Juárez

Sus líneas más importantes de estudio comprenden la sociología del conocimiento y de la comunicación, la sociología de la cultura, la literatura y el arte y la teoría sociológica. 

Sobre el estatuto epistemológico de la sociología de la comunicación humana

Primera sección del artículo “Sobre el Estatuto epistemológico de la sociología de la comunicación humana” publicado en 1987 en Cuadernos salmantinos de filosofía. Si te interesa puedes descargarte o leer el artículo completo aquí.

LA COMUNICACIÓN COMO OBJETO CIENTÍFICO

El análisis de la comunicación aparece muy a menudo sesgado y entregado a la parcialidad. Tales reducciones cobran cuerpo al restringir el complejo «factum» social de la comunicación a la emisión, transmisión y recepción de mensajes, a un estricto proceso cognitivo. Igualmente, esta comarcanización tiene, por otros caminos, un desarrollo en la exclusiva consideración y atenimiento a los lenguajes orales, verbales y escritos o a los lenguajes de la artificialidad, estudiados por la teoría de la información, la matemática, la cibernética y la teoría de sistemas. O se acentúan, hasta convertirlos en exclusivos, los medios orgánicos y técnicos, o se enfatiza en el contenido. La vieja polaridad del discurso del conocimiento, sujeto-objeto, hace aquí de nuevo presencia, constituyéndose en la última metamorfosis de aquella antigua reflexión sobre subjetividad y objetividad, entre «fenómeno» y «noumeno», entre experiencia e idealidad, entre «doxa» y «episteme».

Otras metodologías de la parcialidad son aquellas que estudian el proceso comunicativo como secundario, como existente en sí y por sí mismo, separado del proceso social, Otro extremo de la fragmentación es el que quiere superar la «enajenación» del fenómeno comunicativo, explicándolo sola y únicamente desde los factores socioeconómicos y de posiciones de clase.

Sobre tales parcelaciones del texto de la comunicación, hacemos nuestras algunas afirmaciones recientes. Para Lee Thayer «no cabe la menor duda de que el lenguaje convencional o compartido es un factor de la comunicación, pero incurriríamos en un error si ciñéramos nuestra comprensión del proceso de la comunicación a aquellos supuestos en los que se produce un intercambio racional, o puramente lingüístico, de ideas o de información».

R. Williams piensa igualmente «que cometemos un error al considerar la comunicación como algo secundario; muchas personas dan por entendido que primero se encuentra la realidad y luego, en segundo término, la comunicación».

M. Enzensberger, a propósito de las relaciones de poder y las de la comunicación (3), establece que «con una sola excepción, la de Walter Benjamin (y a su imagen, la de Bertolt Brecht), ningún marxista ha entendido la industria de la conciencia y sólo ha visto en ella su aspecto burgués y capitalista, sin darse cuenta de sus posibilidades socialistas. Este atraso teórico y práctico lo representa plenamente un autor de la talla de Gyórgy Lukács. Incluso los trabajos de Max Horkheimer y de Theodor Wiesengrund-Adorno no están desprovistos de una nostalgia que se aferra a los primitivos medios burgueses».


Martín López quiere remontar esa deficiencia metodológica y epistemológica, invocando como necesario e imprescindible un discurso interdisciplinar. Discurso que tendrá su centro específico en la sociología. En esta disciplina precipitan, por la radicalidad humana y social del hecho de la comunicación, aspectos múltiples de la comunicación. Sólo desde un análisis sociológico se supera el obstáculo de la parcialidad y temática de la comunicación, como dato complejo y polisémico. Tal sociología de la comunicación humana establece su especificidad desde las siguientes realidades:

«La existencia de una dimensión comunicativa general a toda la vida social, que se concreta en múltiples relaciones y estructuras de comunicación. La riqueza del fenómeno comunicativo, que incluye contenidos intelectuales, actitudinales, valorativos, operativos y basta la mera transmisión de cosas y derechos formando un entramado de gran complejidad. La importancia de las influencias ejercidas por la comunicación en la interacción personal, en la vida de los grupos e instituciones, en la organización interna de las sociedades globales y en las relaciones internacionales».

Es altamente significativo que uno de los más destacados representantes de la investigación en comunicación desde el estructuralismo, la cultura de masas y la vida cotidiana hable así sobre la recuperación de esa fundamental dimensión:

«La palabra comunicación, tiene, pues, como raíz la idea de una puesta en común y no es abusivo preguntarse si la palabra comunidad, tan extensamente empleada por los filósofos de las ciencias humanas, está vinculada a la idea de lo que das gentes tienen en común, e bien si no sería más prudente unirla al acto de comunicación, definido éste, a su vez, a partir de lo que das gentes tienen en común. Una observancia que equivale a decir que no hay. obligatoriamente comunidad si das personas tienen algo en común, pero que ésta sólo se manifiesta a partir de actos visibles, los de la comunicación, reveladores necesarios de la existencia de elementos comunes entre los seres».

La comunicación, que para Cooley era «el mecanismo a través del cual las relaciones humanas se desarrollan, en cuanto fenómeno social es objeto obligado de la sociología; interesando además a ésta el análisis de las aportaciones de otras disciplinas o campos del saber al estudio de la comunicación. Tal interés es doble para la sociología, ya que así concreta y perfila su particular atenimiento al fenómeno social de la comunicación y, por otra parte, sintetiza —quehacer tan propio suyo— las conclusiones de otra saber y las hace operar al interno de la propia teoría.

(…)

"La sociología y el sur de Europa", prólogo de Octavio Uña Juárez.

"Cuestiones sobre el Cambio Climático", prólogo de Octavio Uña Juárez

Regalo realizado por Forges para la 1ª Promoción de Sociólogos

Acción, discurso y metáfora. Sobre el lenguaje en H. Arendt

Primeras páginas del artículo Acción, discurso y metáfora. Sobre el lenguaje en H. Arendt publicado en 2014 en la revista Barataria. Si lo deseáis podéis descargaros el artículo completo aquí.

ABSTRACT

Toda la obra de Arendt se alimenta de múltiples registros y de ámbitos variados de conocimiento: filosofía y ciencias sociales especialmente, pero también de la literatura y la poesía. En el lenguaje se acumula el sentido. Pensar consistirá en un ejercicio de descongelación de los significados que habitan en el lenguaje. Por ello, no hay pensamiento sin palabra. El lenguaje es el medio donde se manifiesta el pensamiento. Es más, el pensamiento necesita el lenguaje no sólo para expresarse, sino para ponerse en movimiento. Por otra parte, tal es la prioridad del lenguaje, que las palabras y sus articulaciones son las únicas armas que tenemos para dar cuenta de los hechos del mundo. A su vez, el lenguaje funda la comunidad. La ciudad y la sociedad son por el carácter público del “logos”. La ciudad, la “politeya”, es construcción de hechos y palabras. Con la palabra y la acción nos insertamos en el mundo propiamente humano. La acción es realmente política por la palabra, por el discurso. La sociedad es cuando los hombres se hablan y se sienten. Y cuando se pierde “la poderosa luz del ágora” se desvanece la comunidad. Si las aportaciones de Arendt al lenguaje en su relación con el conocimiento y con la vida social son extraordinariamente creativas, no lo son menos en lo relativo al lenguaje poético en su función de originancia y creatividad. Bajo la influencia de Heidegger y en la larga sombra de Hölderlin, para Arendt en el lenguaje vive el origen: "recordar será la esencia del pensar", como ya estableciera Platón.

NUEVOS “CAMINOS” HERMENEÚTICOS SOBRE EL LENGUAJE

No vamos a detener aquí la reflexión en aquel dicho de Wittgenstein: “Las palabras son como la piel sobre un agua profunda” (Wittgenstein, 1982: 91) ni en aquella otra afirmación de Habermas: “El logos del lenguaje se sustrae a nuestro control, y sin embargo somos nosotros, los sujetos capaces de hablar y actuar, quienes se entienden entre sí en este medio” (Habermas, 2008: 36). Tampoco podemos extendernos aquí, como piden de suyo la amplitud y profundidad del asunto, en el aserto arendtiano: “Nadie actúa a menos que el actuar haga presente su latente yo” (Arendt, 1993, 201). Queda para otros trabajos y otros días la indagación en el temario altamente sugeridor del lenguaje en la obra de Arendt: que en el lenguaje vive el origen, que en el lenguaje va un almacenamiento de sentido, que el mismo pensar viene a ser un proceso de descongelación de palabras, que en los tiempos de oscuridad se oculta el carácter público del logos, la poderosa luz del ágora, que el habla forja y mantiene la comunidad, que, cuando perdemos la vinculación, se pierde también el poder revelador de la palabra, que en los convulsos acontecimientos de la historia, en especial en el sombrío y atormentado siglo XX, se instala un vacío entre el poder de las palabras y los sobresaltos del mundo (Koselleck, (2012) estudioso del lenguaje en su relación a la realidad política y social, mostró como la historia de los conceptos nos ilustra en el tiempo histórico del presente). El discurso de Arendt, desde posiciones singulares y originales, se edifica desde muy diversas entradas histórico-teóricas. Fiel al lema de Heidegger: “Construid desde él la morada del hombre: el lenguaje” (Heidegger, 2010, 269). No se cumple en ella la sugerencia de Bacon sobre la construcción de la obra propia: “De nobis ipsis silemus”. Su biografía es la base y el campo de labrantío de su peculiar visión del hombre, la sociedad y el poder.

Ella mira al escenario del pasado siglo y comprueba el gran fracaso de la comprensión, la soledad de la teoría así como la total separación entre las palabras y los hechos (muy acertadamente se ha dicho que “la historia es lenguaje” y que “el pasado se nos presenta bajo la forma de signo” (Lledó, 2012: 180-181). Ella constata igualmente que una cierta sordera a los significados lingüísticos ha tenido como consecuencia un tipo de ceguera ante las realidades a las que corresponden (Arendt, 1974: 145-146). Palabras como “tiranía”, “totalitarismo”, “fascismo” han aparecido como vacías de significado para la sociedad. Para la pensadora judía el lenguaje dice de lo originario y creador y el recordar viene a ser la sustancia del pensar. En el lenguaje se acumula el sentido, es un “pensamiento congelado”.

El lenguaje, como proteica morada del pensamiento, es el gran recurso para nombrar, definir y comprender los hechos, “lo que es”, la realidad misma. Pero el lenguaje pierde su poder epifánico y novador, su fuerza de desvelamiento y anuncio, cuando se ocultan y desaparecen las relaciones sociales y los vínculos comunitarios. El lenguaje entonces, como quería Wittgenstein, “marcha en el vacío”. Nuestra autora repite hasta la saciedad que la vida social es ineludiblemente por el “logos”. El eclipse del “logos” coincide con los “tiempos de oscuridad”: “Los hombres aislados carecen de poder” (Arendt, 1982: 611), “El poder surge allí donde las personas se juntan y actúan concertadamente” (Arendt, 1974: 154). Palabra y acción -acción que reviste la especificidad de política por la palabra- nos insertan en el mundo propiamente humano y construyen el “espacio público”, como Kant formulara para la época moderna y Habermas glosara para la sociedad democrática. Somos porque hablamos y somos verdaderamente políticos, ciudadanos, por esa palabra de la significación proteica, inauguradora, “alba originaria”, rebasadora de las situaciones dadas, adelantadora y creadora. La palabra, por el contrario, deviene estéril, insignificante, ausente, cuando se desvanece la relación, la interacción y la cohesión de aquel “animal político” que fuera el hombre. Ella ve la desgracia mayor de la sociedad de su tiempo en la pérdida del “espacio asociativo”, que es el espacio deliberativo, constituido por la libertad y la igualdad, en la aminoración y pérdida de la “poderosa luz del ágora” (Roiz, 2003:165-200 y 201-242). Arendt sostiene taxativamente que “los hombres en plural, o sea, los que viven, se mueven y actúan en este mundo, únicamente experimentan el significado debido a que se hablan y se sienten unos a otros y a sí mismos”. Entre otros brillantes textos.

Tiene en su haber la ilustre alumna de Husserl, Heidegger y Jaspers brillantes páginas sobre el lenguaje: el lenguaje y la sociedad, el lenguaje y el pensamiento, especialmente en sus escritos La vida del espíritu y La condición humana. De excelencia son igualmente sus reflexiones sobre el lenguaje y la poesía, sobre la metáfora y lo inefable. En Ensayos de comprensión se hace gran elogio de la lengua materna y se celebra la lengua alemana (Arendt, 2005: 29-30). En Los orígenes del totalitarismo discurren mil sugerencias sobre conocimiento y poder, sobre “adoctrinamiento ideológico” y “propaganda política”. Nuestra autora parte de dos presupuestos en el célebre escrito: que en el siglo XX las ideas han sido “disueltas por los hechos” y que igualmente cunde el vacío entre el poder de las palabras y los sobresaltos del mundo. Ya Adorno dejó también lúcidas intuiciones sobre las relaciones y trastiendas varias entre lenguaje e ideología (Adorno, 1982; Barth, 1951; …). Este conocido texto se propone una muy precisa finalidad y de algún modo repite el celebrado propósito -a la búsqueda y captura de los “ocultos schematismos et motus”- del autor de Novum Organum (Uña Juárez, 1989:38-42). Así se formula explícitamente: este libro fue escrito con el convencimiento de que sería posible descubrir los mecanismos ocultos mediante los cuales todos los elementos tradicionales de nuestro mundo público y espiritual se disolvieron en un conglomerado donde todo proceso parece haber perdido su valor específico y tornándose irreconocible para la comprensión humana, inútil para los fines humanos” (Arendt, 1981: 12).

Comunicación y lenguaje poético. El caso de Gadamer

Primeras páginas del artículo “Comunicación y lenguaje poético. El caso de Gadamer” publicado en 2008 en la Revista Española de Sociologia. Si te interesa puedes descargarte el artículo completo aquí.

ABSTRACT

En una línea de investigación que se propone la contribución a la construcción categorial de la teoría de la comunicación, línea de investigación en la que trabajamos hace tiempo (Paz, Enzensberger, Arendt), se reflexiona sobre la poesía como comunicación. Para ello se parte de un primer nivel de análisis: las funciones comunicativa y poética del lenguaje (Bühler, SapirMounin, Martinet, Benveniste, Jakobson) y los lenguajes literarios, «cuando la expresión lingüística es de extraordinaria significación» (Sapir). En segundo lugar, se considera el lenguaje poético, dado que «la poesía es la comunicación, establecida con nuevas palabras, de un conocimiento de muy especial índole» (Bousoño). En tercer lugar, se valoran algunas aportaciones a la comunicación desde los estudios de Gadamer en torno a una excelente producción poética (Hölderlin, Rilke, George, Celan). Estética y comunicación, signos, metáforas y mensajes, etc., son representados y revisados aquí desde la creación poética.

En una larga conversación sobre los medios de comunicación de masas y el poder de la información Peter Sloterdijk sostiene: «la corriente lingüística es tan grande… se remonta mucho más lejos en el tiempo de lo que los escritores habitualmente admiten. No quiere hacer referencia a los forjadores de mitos ni a los fundadores de religiones, ni tampoco a los clásicos, los filósofos, los poetas: éstos todavía están muy cerca de nosotros, y tendemos a evitar aceptar las misiones que proceden de parte suya» (2003: 175). Esta invitación al lenguaje, a la consideración de su naturaleza y función comunicativas, además de sugerente, es fundamental para el esclarecimiento de la estructura comunicativa de la vida humana.


La lingüística, la psicolingüística, la poética y los estudios comparados del lenguaje ponen de manifiesto mil aspectos de los procesos comunicativos.

Comunicación que es la base natural y social de la adaptación humana al entorno y estadio previo y terminal, que se da antes, durante y después de las relaciones de información. Comunicación entendida siempre desde un presupuesto: que las personas que se comunican participan de un mismo sistema simbólico y que los comunicantes perciben la misma unión entre el símbolo y su referencia a las realidades. Es más, como quiere Steiner, el lenguaje nomina, califica, predica, es creador, inventa y reinventa el ser y el mundo, porque «posee y es poseído por la dinámica de la ficción» (2001c: 78). Fray Luis de León, maestro del lenguaje, los nombres y la metáfora, exaltaba así a los humanos: «nosotros, que fabricamos las voces» (F. J. Perea Siller, 1998). Presentamos aquí unas reflexiones sobre comunicación y lenguaje poético. Lo hacemos preferentemente desde las aportaciones de Gadamer y dejamos para próximas tareas el análisis de los escritos poéticos de Arendt y también las aportaciones de Lévinas a la comunicación.

Aportaciones a la teoría de la comunicación y a la teoría de los objetos desde las Odas de Neruda

Este estudio presentado en 2014 fue publicado originalmente en la Revista Internacional de Sociología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

Si te interesa puedes leer y descargarte el artículo completo aquí

ABSTRACT

Quiere situarse el presente estudio en una línea de investigación sobre lenguajes elaborados y teoría de la comunicación, en la que se incluyen estudios sobre la obra poética de Octavio Paz y sobre el pensamiento de Gadamer en torno al lenguaje y a la obra de arte. Establecemos aquí un primer acceso a las Odas elementales de Neruda desde la perspectiva fenomenológica de los objetos, la consideración del lenguaje poético y sus aportaciones a la comunicación (“la poesía es la comunicación, establecida con nuevas palabras, de un conocimiento de muy especial índole”, sostiene Bousoño). Objetos que miran y convergen hacia el hombre, objetos de la vida cotidiana, de los entornos cercanos y cálidos: una construcción del reino de la objetividad, “surtidor de metáforas”. Todo un inventario poético del mundo de lo “a la mano”, de la proxémica; un relato y crónica de la experiencia del poeta, dialógica, y del acervo de la experiencia común. Objetos polisémicos, que expresan, informan y dicen “sistemas estructurados de signos”. 

ALGUNOS ANTECEDENTES TEÓRICOS 

En su célebre conferencia de 1950 sostenía Heidegger que la lengua es morada del hombre: ella nos llama, nos acerca a las cosas y nos invita a ir a ellas, articulando de originalísimo modo la diferencia entre lo particular y lo universal. Traducía así el filósofo el sentir de Hölderlin: “Habita el hombre poéticamente”. Para Rilke, por otra parte, los poetas amplían las capacidades lingüísticas y Gadamer concluye que la palabra “se consuma en la palabra poética” (1998: 48). Teóricos de los lenguajes elaborados, especialmente desde las aportaciones de Barthes, argumentan que la literatura viene a ser “un fenómeno de comunicación verbal en que la palabra se sustantiva por su carácter simbólico” (Morón Arroyo 1998: 53). La palabra poética, antes que realidad, dice comunicación. Aquella triple naturaleza de los signos —expresar, significar, comunicar— se cumple en el lenguaje, también en los lenguajes altamente elaborados y especialmente en el lenguaje poético. Ya B. Arias Montano, conocedor de los secretos de los signos y símbolos y ciudadano de universos plurilingües, formulaba esta original propuesta: “Poseyeran [los hombres] asimismo algún arte, mediante el cual la comunicación de noticias fuera abierta y la explicación de los afectos resultara mejor y más certera” (2009: 112). Lo que I. M. Zavala concreta taxativamente: “El ‘yo’ solo existe relacionado a un ‘tú’… la construcción del yo mediante lo verbal pasa por el diálogo como forma primaria de comunicación y pensamiento y, más aún, como concepción del sujeto y su ser” (2009: 24-25). Es más, la palabra poética conjura la realidad para que se patentice y exprese como es para nosotros. Los “hechos de la cultura”, a diferencia de los hechos físicos y biológicos, remiten a “algo más”, como describe Barthes (2002: 25).

La dialéctica sujeto-objeto y la dialéctica objeto-sujeto están en la base de una amplí- sima reflexión que va desde Aristóteles a Descartes y Kant y toma su último desmedido cuerpo en la fenomenología. La definición de sujeto y objeto, la relación intencional y dialéctica entre un sujeto y un objeto, como quiere definir el conocimiento N. Hartmann, la relación entre “mi mundo” y “el mundo general”, la constitución del mundo en la conciencia, la mismidad y la alteridad, forman parte de una reflexión central y decisiva para la historia del pensamiento. El poeta templa aquí sus armas: aquella titánica e interminable desobjetivación-reobjetivación, por obra y gracia de la palabra creadora. La teoría del conocimiento y la epistemología vieron al objeto como aquello sobre lo cual cae algún poder o condición, perfilaron los conceptos de objeto material, objeto formal, objeto real, objeto extramental, objeto ideal, “cosa en sí”, objeto trascendental, objeto conocido, fenómeno, noúmeno, “contenido intencional”, “objeto de conocimiento”, objetos físicos, objetos intencionales, objetos significativos… El discurso filosófico venía a desentrañar el objeto desde el universo ontológico, el epistemológico y el del lenguaje. También desde la teoría de los objetos. La filosofía labró otros perfilamientos de los objetos: mundo sensible, mundo inteligible, ser finito, ser infinito, sustancia extensa, cuerpo y alma, naturaleza e historia, cuerpo, alma y espíritu… Muy diversas tipologías van a tratar de enmarcar este plural reino: objetos reales, objetos ideales, objetos-valor, objetos metafísicos (A. Müller); objetos ideales, objetos individuales, objetos determinados por la temporalidad, objetos intencionales (R. Ingarden); objetos de los sentidos, objetos perceptuales, objetos científicos (A. N. Whitehead); objetos conceptuales, objetos trascendentales, objetos ideales, entidades reales, esencias (H. Conrad-Martius); objetos concretos, objetos fenoménicos, objetos generales, hechos objetivos (M. Honecker). En otro orden de cosas, W. Sombart (1979: 64) abundaba sobre los “objetos de lujo”. J. Baudrillard daba luz sobre el sistema de los objetos: funcional, disfuncional, marginal, socioideológico (1977). Moles, por su parte, discurría sobre la resistencia del sujeto al objeto, sobre el carácter material del objeto, sobre su permanencia e inercia, incidiendo también en la artificialidad del objeto, en la complejidad estructural y funcional del sis- tema de los objetos, así como en los objetos como mensaje (1975b). S. Zizek concluía: “Es el nombre, el significante, el que soporta la identidad del objeto” (2010). Objetos como realidades de la naturaleza, objetos como hechos y quehaceres del hombre, objetos como útiles, objetos como entidades, objetos como personas, objetos como conductas aparecen en la vibrante palabra de Neruda, que rompe toda estructura, toda forma dada y, ligerísimos de equipaje, se acumulan, se identifican, se suceden, dicen, gritan, cantan, señalan, alumbran y afirman, pueblan de claridad los espacios, saludan, porfían e increpan. Va en ellos el sujeto, ellos son sujetos. Ellos son el mundo, el conjunto de lo significante.